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HUMANISTAS MEXICANOS

 

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ALEJANDRO ARANGO Y ESCANDÓN
Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua
Generación 1825

 

Nació en Puebla, Pue., el 10 de julio de 1821; falleció en México, D.F., el 28 de febrero de 1883. Ingresó en la Academia el 11 de septiembre de 1875 como numerario; silla que ocupó: II (1º). Cargos: Bibliotecario (1º): 1875-1883; Director (2º): 1877-1883.


En la lápida mortuoria de Fray Luis de León se hace constar, para perpetua memoria, que el Magister, Frater Luisius, era Peritissimus Divinarum Humanarumque Artium et Trium Linguarum, conocedor a fondo de la ciencia de Dios, la teología, y de las letras humanas y, por lo uno y por lo otro, sabio, con sabiduría singular, en las lenguas clásicas, la griega y la romana, y en la lengua sacra, o sea, la hebrea. Sin el dominio de estos vehículos de comunicación no se puede ser escriturario, intérprete por tanto, de la palabra de Dios, ni se puede expresar con certidumbre, llaneza, precisión y elegancia, el propio pensamiento. Pero esto no quiere decir, de ninguna manera, que la palabra castellana no sea un digno instrumento de difusión de las verdades, la divina y la humana.
   "A los que dicen que no leen aquestos mis libros [dice Fray Luis, citado por Arango y Escandón en su meritísima obra sobre este escritor, página 163] por estar en romance, y que en latín los leyeran, se les responde que les debe poco su lengua, pues por ella aborrecen lo que, si estuviera en otra, tuvieran por bueno. Y no sé yo de dónde les nace el estar mal con ella, que ni ella lo merece, ni ellos saben tanto de la latina, que no sepan más de la suya, por poco que della sepan, como de hecho saben della poquísimo muchos. Y de éstos son los que dicen que no hablo en romance, porque no hablo desatadamente y sin orden; y porque pongo en las palabras concierto y las escojo, y les doy su lugar. Porque piensan que hablar romance es hablar como se habla en el vulgo y no conocen que el bien hablar no es común, sino negocio de particular juicio, ansí en lo que se dice, como en la manera como se dice. Y negocio que de las palabras que todos hablan, elige las que convienen y mira el sonido de ellas, y aun cuenta a veces las letras, y las pesa y las mide, y las compone para que no solamente digan con claridad lo que se pretende decir, sino también con armonía y dulzura."
   Arango y Escandón está indisolublemente unido a Fray Luis, lo cual, a más de ser una positiva realidad de harta valía, en las letras castellanas, es para nosotros, sus compatriotas y, nombrada y señaladamente para la Academia Mexicana, una honra muy particular. La severa disciplina humanística, adquirida con interés y complacencia de su parte, en instituciones europeas desde su temprana juventud, hizo de él una vez asimilada en plenitud, un varón insigne, representante titulado y, por el mismo caso, comunicativo, de la cultura en México allá en los comienzos de la segunda mitad del siglo XIX. Traductor de obras del francés y del italiano, notable latinista, poeta religioso, amante consciente de todas las manifestaciones de cultura, impulsor de los estudios de las lenguas muertas en que se escribieron los libros, testimonio viviente de nuestro ser y figura, son las características, de nombradía imperecedera, que fuerza es considerar como las razones de nuestra honra, la cual honra, intelectual como es, fuerza es, también, corresponder honrándolo a él intelectualmente.
   Y nada mejor, para este fin, que celebrar su amor a la lengua castellana, manifestado magistralmente en sus hondas, exhaustivas reflexiones, preñadas de sustancia, de prudentes conjeturas y de penetrantes juicios, con que desentrañó la personalidad de fray Luis de León en su libro, modelo de investigación y de crítica literaria, en que estudió los antecedentes, concomitantes y consecuentes del enjuiciamiento con el que los envidiosos quisieron perder al insigne maestro de Salamanca, teólogo eminente, acusándolo de hereje y de hebraizante. Y justamente porque Fray Luis fue helenista, latinista y hebraísta, tuvo un conocimiento completo de las raíces del romance, o sea, de la lengua castellana, por consiguiente de los matices varios de la significación de las palabras, y, para los menesteres de la claridad de las ideas, de la precisión de conceptos y, por tanto, de la adecuada comunicación entre maestros y discípulos, entre escritores y lectores, tuvo un conocimiento cabal del influjo de unos autores sobre otros, de las relaciones doctrinarias entre los representantes de las diferentes escuelas y, sobre todo, tuvo un conocimiento tan amplio, como quizás nadie lo ha logrado hasta ahora, y eso que han pasado cuatro siglos, de los modos persuasivos, hechos de sencillez y, a un tiempo, de elegancia y galanura, de usar el discurso, tanto en prosa como en poesía. "Resplandecen en él -dice Arango y Escandón- en alto grado calor y ternura de sentimientos, fuerza y lozanía de imaginación, elevación de pensamientos y, en suma, cuantas dotes forman un poeta eminente... A ese espíritu pagaron tributo, cuando no todos, los más de los grandes ingenios españoles de aquella época, y él es el distintivo principal de la literatura castellana en esos días."
    Abogado, funcionario público, benefactor, fue don Alejandro, pero siempre, y en toda circunstancia, un hombre de letras, y en esta calidad, el escritor afiliado al número copioso de admiradores de Fray Luis, pero descollando como de los más informados, de los más fieles y de los de mayor vecindad. Su libro, publicado primero en La Cruz, revista católica de la época, fue editado diez años más tarde, en 1866, en la Imprenta de Andrade y Escalante.
Los franceses dicen que la nobleza obliga, y dicen verdad. Ridiéndonos a ella y correspondiéndola, noble empeño, y noble realización de este empeño, por tanto, sería reeditar esa obra maestra de Don Alejandro con lo que, honrándolo, nos honramos. Admirador, seguidor fiel de Fray Luis, y unido a éste en la historia de la literatura castellana, podría definirse con exactitud a Don Alejandro Arango y Escandón.
Fuente:
Jesús Guisa y Azevedo
Semblanzas de Académicos. Ediciones del Centenario de la Academia Mexicana. México, 1975, 313 pp.

 

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Agradecemos el apoyo para la realización de este proyecto de:


FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS. UNAM

 


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