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HUMANISTAS MEXICANOS

 

HUMANISTAS MEXICANOS



JOSÉ TOMÁS DE CUÉLLAR
Miembro Correspondiente de la Real Academia Española

Generación 1825
Nació en México, D.F., el 18 de septiembre de 1830; falleció en México, D.F., el 11 de febrero de 1894. Categoría: Correspondiente mexicano de la Real Academia Española.


Nació en la ciudad de México el 18 de septiembre de 1830 y murió en ella el 11 de febrero de 1894. Estudió humanidades y filosofía en el Colegio de San Gregorio y luego en el San Ildefonso. Inscrito después en el Colegio Militar de Chapultepec, a los diecisiete años de edad combatió contra la invasión norteamericana. En la Academia de San Carlos estudió pintura. También aprendió fotografía, y en su casa dispuso de un pequeño teatro donde apuntó una vocación escénica de la cual surgieron obras como El arte de amar, El viejecito Chacón, ¡Que lástima de muchachos! y Natural y figura, pieza ésta en la cual -representada durante el Imperio- reprobaba el afrancesamiento palpable en nuestro ambiente. En 1869 publicó en San Luis Potosí el semanario La Ilustración Potosina, en colaboración con José María Flores Verdad, y su novela El pecado del siglo. De retorno en la capital colaboró asiduamente en La Ilustración Mexicana, El Siglo XIX, El Laberinto, Las Cosquillas, El Eco del Comercio, El Correo de México, El Eco de Ambos Mundos, El Federalista, La Libertad, El Semanario de las Familias, El Domingo, El Artista, etcétera. Simultáneamente comenzó a publicar la serie de novelas (1a. época) después agrupadas bajo el título genérico de La linterna mágica.
   Sigue un periodo de diez años durante el cual es adscrito al servicio exterior. En 1872 se le nombra oficial de la Legación de México en Washington, y allí, ascendido a Secretario de la misma, permanece hasta 1882. Posteriormente, en la Secretaría de Relaciones Exteriores desempeñó los cargos de jefe del Departamento Comercial, oficial mayor interino, jefe de la Sección de América y finalmente el de subsecretario (aunque con la denominación entonces vigente de "oficial mayor"). Tuvo a su cargo el desempeño de una comisión oficial en Europa, y en el año de 1890 la Real Academia Española lo designó socio correspondiente.
   Años después de publicar en 1856 un volumen de Obras poéticas, el ejemplo de La Comedia Humana de Balzac lo impulsa a concebir el conjunto novelesco de La linterna mágica -resabio evidente de su afición a la fotografía-, dilatadísimo retablo costumbrista colmado de animación, veracidad y gracia. Las ediciones mexicanas de cada título se sucedían, en vista de la excelente acogida del público, y, a partir de 1890 y 1891, respectivamente, en Barcelona y en Santander vieron la luz en su lógica coherencia los 24 tomos integranes de la obra. La importancia de Cuéllar como testigo y cronista de su tiempo fue sintetizada por el doctor Antonio Castro Leal, cuando advierte la afinidad con que Fernández de Lizardi describió la vida de la Nueva España en las postrimerías de la Colonia y al alba de la Independencia; Manuel Payno la de mediados del siglo XIX, y nuestro autor la de la época de la restauración de la República, subsistente hasta 1900 apenas con cambios de orden menor. Cuéllar llegó a invocar a Balzac en estos términos románticos: “Prestadme algo de vuestra sublime inspiración, un ápice de vuestro ingenio, una sola de vuestras penetrantes miradas, para contemplar a mi vez a mis personajes, pobres creaciones engendradas en la noche de mis elucubraciones [sic] y mis recuerdos.” Preocupado por la salud ética de sus compatriotas, el novelista -quizás contagiado de Lizardi- exageró la nota moralista, al grado de que Ignacio M. Altamirano llegó a enviarle “ese escudito de oro por sus artículos morales últimamente publicados”, y Guillermo Prieto lo felicitaba por “la sana, patriótica y purísima intención moral que guía constantemente su privilegiada pluma”. En relación con tales exaltaciones, Héctor Pérez Martínez observó: “Soñó Facundo el sueño de gloria de convertir un día en el árbitro, en constructor de virtudes nacionales, en el curador de una conciencia pública. Y eso lo perdió para el arte.” Por encima de toda clase de opiniones, La linterna mágica encierra un trozo sumamente fidedigno de la realidad mexicana.
Antonio Acevedo Escobedo
Semblanzas de Académicos. Ediciones del Centenario de la Academia Mexicana. México, 1975, 313 pp.

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Agradecemos el apoyo para la realización de este proyecto de:


FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS. UNAM

 


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