Nació
en Villahermosa, Tab., el 10 de noviembre
de 1901; falleció en México,
D.F., el 16 de marzo de 1973. Ingresó
en la Academia el 22 de marzo de 1955 como
numerario; silla que ocupó: XXXV (1º). |
José
Gorostiza escritor señalado y poeta de
altos vuelos, hombre de ideas, reflexivo, de meditación,
por tanto, y más que de esto, de contemplación,
fue Gorostiza. Diríase que ensimismado,
en la grata tarea y, a un tiempo doliente, ardua
tarea, de posesionarse de sí mismo, de
encontrarse, de penetrar en la hondura de su ser
a fin de conocerse y, conociéndose, a fin
de conocer al hombre. Eso, precisamente eso tienen
los poetas, que rastrean en todos sus actos los
vestigios, las huellas, y, para decirlo mejor,
el eco de una música, o sea el acorde de
nuestra sustancia con el orden trascendente. El
verdadero poeta tiene oídos para percibir
la queda armonía con que vibramos al unísono
del Todo y que él, dadivoso en gracia a
su genialidad y a su nobleza, nos comunica con
la sonora voz de su alegría, de su alborozo
y de su ingenuidad. Ese poeta fue nuestro José
Gorostiza.
Conocido, apreciado, justamente
alabado por los que saben, tanto en el mundo hispánico,
como fuera de él, sería ocioso hacer
crítica, ya hecha sabiamente, de sus escritos
en prosa y de su poesía. Con todo, fuerza
es colocarlo en su medio, esto es en su época.
La suya, y para ser más precisos, la de
su juventud, la de México de los años
veintes, esto es, la época de sus inquietudes
intelectuales, fue de decadencia, de mediocridad,
de ignorancia y de pedantería. Inquieto,
inconforme, deseoso de cabalidad, se empeñó
en ir a las fuentes, en empaparse en la frescura
de la tradición poética de la lengua
castellana. Huelga decir que estábamos
afrancesados, que rota la enseñanza en
las escuelas superiores a causa de nuestros disturbios,
silenciosos, o en extrañamiento los portadores
de la cultura literaria, dejados, como atenidos
a sus propias fuerzas los jóvenes estudiosos
de entonces, no hubo otro guía para éstos
sino su buena voluntad, su instinto de ir a lo
grande y aun el mismo azar. Irrumpían entre
nosotros, por otra parte, los escritores ingleses,
particularmente los de los Estados Unidos. Gorostiza,
y lo confesó él mismo en público
y en privado, se apoderó de Góngora
y se mantuvo en su vecindad.
Lento en su producción,
dado, como siempre lo fue, a penetrar en las entrañas
de lo humano, escribió poco. Pero este
poco fue de potente excelencia, desde un principio
unánimente reconocida. Hay que reconocer
que el gran poeta González Martínez
tuvo un gran influjo en la juventud de esta época,
lo que se demuestra fehacientemente en el caso
de López Velarde. Y si González
Martínez conocía a sus clásicos
y si, por haber sido alumno del Seminario de Guadalajara,
tuvo contacto con la antigüedad clásica,
su afición a los poetas franceses, común
a los hombres de su generación, desviaba
la atención y el interés por la
tradición poética que le dio ser
a la lengua castellana, la dignificó y
le prestó un valor perenne.
En López Velarde tenemos
el sexo sublimado. En él el tema amoroso,
como en Sor Juana, no desciende a la animalidad,
a esa unión buscada, perseguida incesantemente,
de entrega total, aunque necesariamente momentánea,
de macho y hembra. El hombre es incompleto sin
la mujer y la mujer es incompleta sin el hombre,
pero el uno y la otra tienen que ser lo que en
realidad de verdad son, esto es, seres racionales,
dependientes de una razón suprema
La presencia del instinto sexual
y su exaltación desorbitada no la tenemos
en los verdaderos poetas, en Gorostiza, por ejemplo.
Y no es que ignoren, y pretendan ignorar, esa
presencia. San Juan de la Cruz tiene un antecedente
verbal en La Celestina y toma las figuras amatorias
del Cantar de los cantares. De ninguna manera
hay que incidir en la mojigatería y querer,
por el mismo consiguiente, desechar las claras
imágenes del acercamiento, de la identidad,
de la compenetración amorosa del hombre
y la mujer.
Lo grande, lo siempre presente,lo
único, lo que nos desborda, inquieta, atrae,
satisface y sosiega, es la Belleza, la Belleza
Suma. Pueden los poetas menores y es, además,
lo que siempre hacen, perderse en los ritmos y
consonancias de las palabras y aun excederse en
la intención de deslumbrarnos con naderías,
en su sentir sonoras. Vana empresa. Los renglones
cortos están de moda.
Gorostiza porque era poeta pudo
ser crítico literario y de las artes plásticas.
Certero en sus juicios, iba a la verdad, a la
parte de verdad, en el caso a la participación
de la belleza y, a un tiempo, a la manifestación
de la belleza, que era la obra artística.
Sus ideas sobre pintura, por ejemplo, demostraban
su agudeza justiciera.
Hombre de Dios, sensible a los dones del espíritu
e intérprete del orden en que se conciertan
todas las cosas, goza de la contemplación
divina. Y se le puede aplicar lo que dice Baudelaire
en Les Fleurs du Mal:
Je sais que vous gardez une place au Poëte
Dans les rangs bienheureux des Saintes Légions,
Et que vous l'invitez à l'éternelle
fête
Des Trônes, des Vertus, des Dominations.
Jesús Guisa y Azevedo
Semblanzas de Académicos. Ediciones del
Centenario de la Academia Mexicana. México,
1975, pp. 134-136
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