Nació
en Madrid, España, el 9 de febrero
de 1795; falleció en México,
D.F., el 18 de noviembre de 1877. Ingresó
en la Academia el 11 de septiembre de 1875
como numerario; silla que ocupó: I
(1º). Cargo: Director (1º): 1875-1877. |
El
primer director de la Academia Mexicana nació
en Madrid el 9 de febrero de 1795, de familia
oriunda de las encartaciones del señorío
de Vizcaya.
Después de realizar sus primeros estudios
en la Villa y Corte, fue enviado al Seminario
de Vergara (Guipúzcoa). Ahí le sorprendió
la invasión napoleónica de España,
que si bien truncó sus esfuerzos de estudiante,
dejó en él una firme afición
a los libros.
Ante el evento, la familia decide enviarlo a Nueva
España, al amparo de cercanos parientes.
Y aquí hay que hacer notar que el apellido
Bassoco -o más bien, Basoco- aparece en
la ciudad de México desde fines del siglo
XVII.
Pero, en verdad, el hombre es él y su circunstancia:
cuando José María arriba a suelo
novohispano en 1810, el régimen colonial
sortea la violenta sacudida de la revolución
de independencia. Ya habían muerto los
precursores Verdad y Talamantes; los peninsulares
se habían entronizado en el palacio virreinal,
y el grito libertario de Hidalgo encendía
el resquemor criollo, arrastrando tras sí
a las capas sociales marginadas.
De esta manera, quien salía desgarrado
de su solar nativo por la guerra, llegaba al centro
mismo de un movimiento social que se iba a prolongar
una década.
Sin embargo, a pesar de lo cruento de la lucha
-Monte de las Cruces, Aculco, Puente de Calderón-,
el gobierno español trataba de hacer patente
su poder. En 1811 Fernando VII crea tres títulos
nobiliarios indianos en los condados de Basoco,
Casa de Ágreda y Heras-Soto; el primero
se le otorga a don Antonio de Basoco y Castañiza
-que para ese entonces tenía 73 años-,
tío carnal de nuestro biografiado.
Por ese entonces el virrey Venegas se ve precisado
a apercibirse contra los independentistas. Fue
así como "formó dos cuerpos
de caballería con los jóvenes de
las mejores familias [españolas] residentes
en México", según anota el
cronista de la Academia, Alberto María
Carreño. "Y era natural -añade-
que el anciano conde de Bassoco incorporara en
uno de aquellos cuerpos al joven, si acaso este
mismo no pidió el alistamiento".
Debió ingresar como alférez -el
grado y empleo inferior de la carrera militar-
pues en septiembre de 1812 era ascendido a teniente
primero. Para esas fechas Morelos, héroe
de Cuautla, ha roto el sitio de Huajuapan y desde
Tehuacán organiza la toma de Orizaba y
la ocupación de Oaxaca.
En 1814 muere el conde de Bassoco -que había
sido alcalde, regidor y síndico del Ayuntamiento
de la capital, y cónsul y prior del Consulado
de México-, con una justa fama de filántropo.
En esta forma nuestro biografiado hereda cuantiosa
fortuna y a su debido tiempo el título
nobiliario.
Sin embargo, como precisa Carreño, "este
acontecimiento que para otro joven de su edad
hubiera podido servir de segura perdición,
constituyó la razón fundamental
que había de convertirlo en el hombre de
letras que primero dirigió las labores
de nuestra Academia". Y añade con
brío: "En efecto, formada una parte
de la herencia por valiosas haciendas, aquel joven
que no llegaba a los 20 años de edad, quiso
consagrarse al estudio científico de la
agricultura y acabó por ser de los verdaderos
agricultores que México ha tenido".
En verdad, el joven heredero se cumplió
autodidacto, con el diario comercio con los tratadistas
de lenguas muertas, los clásicos latinos,
los autores del Siglo de Oro y, para colmar la
redondez, laborando en el cercado propio sobre
los "problemas gramaticales de nuestra rica
lengua".
Lo cierto es que, al mediar el siglo, Bassoco
era asiduo concurrente a la tertulia literaria
de don José Gómez de la Cortina,
a la que asistían, entre otros, José
Joaquín Pesado y el patriarca Andrés
Quintana Roo.
Colaboró en la magna obra de Orozco y Berra,
el Diccionario Universal de Historia y Geografía
(1853-55), con la "Biografía necrológica
de don Lucas Alamán". En 1857 publicó
en la imprenta de Andrade y Escalante el folleto
de 98 páginas titulado La Convención
Española, como refutación al opúsculo
del mismo nombre editado ese año por Manuel
Payno; el trabajo de Bassoco se reimprimió
en Valencia al año siguiente.
Dentro del periodismo fue colaborador de El Siglo
XIX, El Heraldo y la Sociedad; en esta última
publicación expuso "sus opiniones
sobre los vocablos baldío, adeudar, deber,
interceptación e intercepción",
como enumera Carreño. Después, en
La Iberia, consignó su estudio titulado
Los usos del pronombre él en los casos
oblicuos, que mereció ser recogido en las
Memorias de la Academia Mexicana.
Don José María de Bassoco murió
en la ciudad de México el 18 de noviembre
de 1877.
Fuente:
Salvador Cruz
Semblanzas de Académicos. Ediciones del
Centenario de la Academia Mexicana. México,
1975, 313 pp.
----------------------------------------------------------------------------
|