Nació
en Tlalchapa, Gro., el 4 de septiembre de
1854; falleció en París, Francia,
el 8 de octubre de 1911. Ingresó en
la Academia en 1909 como numerario; silla
que ocupó: XIII (4º). |
Victoriano
Agüeros. Nació en Tlalchapa, estado
de Guerrero, el 4 de septiembre de 1854, y murió
en París (Francia) el 8 de octubre de 1911,
cuando regresaba de Inglaterra, después
de haber asistido en misión oficial a las
ceremonias de coronación del rey Jorge
V.
A los doce años vino
a la ciudad de México, y en el Ateneo Mexicano,
que dirigía el ingeniero Celso Acosta,
hizo sus primeros estudios. En 1870 obtuvo el
título de profesor de instrucción
primaria expedido por el Ayuntamiento de la capital.
En 1877 ingresó en la Escuela Nacional
de Jurisprudencia y se recibió de abogado
el 18 de diciembre de 1881.
Desde joven lo atrajo el periodismo
y empezó a enviar artículos a diversos
periódicos con el seudónimo de "José".
Sus primeros escritos literarios los publicó
en 1874 con el título de Ensayos de José.
Desde 1878 decidió enviar a La Ilustración
Española y Americana de Madrid una serie
de artículos biográficos y críticos
sobre autores mexicanos con el propósito
de dar a conocer nuestra literatura en el extranjero.
Pronto vio coronados sus empeños periodísticos,
pues ya el año 1882, antes de los treinta
años, ocupó la dirección
del diario capitalino El Imparcial.
Espíritu religioso y
político conservador, bien pronto comprendió
que lo que necesitaba el país era un diario
de filiación católica, y lo fundó
entonces, el 1.º de julio 1883, con el título
de El Tiempo, cuyo director fue hasta su muerte.
Inclinado a la crítica
literaria dentro de la corriente académica
de entonces, publicó Cartas Literarias
(1877) y Escritores mexicanos contemporáneos
(1880), tratando siempre de combatir los excesos
de novedad y de reclamar el imperio del decoro
tradicionalista. Escribió Dos leyendas
(1877): una, la Leyenda de Navidad, tiene por
escenario el estado de Guerrero; sus tipos son
campesinos, su ambiente romántico popular,
y parece una bella imitación de la María
de Jorge Isaacs; la otra es una colección
de páginas íntimas sentimentales,
en su mayor parte escritas en forma epistolar.
En el periódico El Siglo XIX publicaba
una sección de Confidencias y recuerdos.
En su afán de dar a conocer,
dentro y fuera del país la literatura mexicana,
y disponiendo de los materiales tipográficos
de El Tiempo, se le ocurrió crear la "Biblioteca
de Autores Mexicanos", a imitación
de la "Colección de Escritores Castellanos",
que publicaba en Madrid don Mariano Catalina.
La idea era excelente, y una colección
de esa naturaleza hacía mucha falta en
México. Pero ni por su preparación,
ni por su criterio, ni por su filiación
política estaba realmente capacitado para
tan considerable empresa. Como director del más
importante diario católico de la nación
mostró desde un principio inclinación
hacia sus correligionarios y amigos, lo cual impidió
que la colección fuera realmente representativa
de las más importantes corrientes literarias
del México de entonces. Salvo la publicación
de obras de autores de primera importancia y cuyo
valor se reconocía en todos los campos,
la colección Agüeros publicó
con bastante frecuencia autores de segunda o tercera
fila que se han ido olvidando. Desde el punto
de vista tipográfico, dejaba que desear,
y en la transcripción de los textos era
infiel, pues se han notado supresiones cuando
así convenía a los intereses católicos.
A pesar de esos inconvenientes, hay que confesar
que la colección ha sido útil. En
los años que van de 1896 a 1911 llegó
a publicar 78 volúmenes. La ha venido a
superar sin duda la "Colección de
Escritores Mexicanos" de la Editorial Porrúa,
dirigida por Antonio Castro Leal, que hasta la
fecha lleva publicados 90 volúmenes.
En la propia "Biblioteca
de Autores Mexicanos" publicó Agüeros
el tomo I de sus Obras literarias (Vol. 8, 1897),
formado por sus Artículos sueltos. Es una
miscelánea bastante representativa de los
intereses y del estilo del autor. Tiene, en primer
lugar, una serie de artículos relativos
a la Biblia, al poder del cristianismo, a la Cuaresma,
a la Semana Santa, a recuerdos del Evangelio,
a los papas Pío IX y León XIII,
y diversas alocuciones después de unos
ejercicios espirituales. Viene después
lo que podría titularse "crónicas":
divagaciones sobre diversos temas: las mañanas
de abril y mayo, las vacaciones, el día
de muertos, el fin del año y los jóvenes
de hoy. Finalmente aparece una tercera sección
dedicada a la crítica literaria, en que
habla de la juventud que escribe, de las representaciones
dramáticas de nuestros teatros y de libros
de autores mexicanos, todo lo cual suele contener
informes útiles, interesantes y curiosos.
Miembro correspondiente de la Academia Mexicana
de la Lengua el 11 febrero de 1902 y miembro de
número el 7 de marzo de 1909.
Fuente:
Antonio Castro Leal
Semblanzas de Académicos. Ediciones del
Centenario de la Academia Mexicana. México,
1975, 313 pp.
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