Nació
en Tacubaya D.F., el 7 de agosto de 1875;
falleció en México, D.F., el
5 de septiembre de 1962. Ingresó en
la Academia el 17 de abril de 1925 como numerario;
silla que ocupó: IX (5º). Cargos: Archivero
(2º ): 1924-1927; Bibliotecario (5º): 1945-1947;
Secretario (9º): 1952-1962. |
Don
Alberto María Carreño y Escudero
nació en Tacubaya, D. F., el 7 de agosto
de 1875. El mismo año de 1875 se reunían
en fraternal grupo, para formar la Academia Mexicana,
hombres de diversas ideas y de diversos partidos
políticos.
Cuando el niño llegó
a la adolescencia y juventud, dos centros de enseñanza,
donde adquirió su instrucción, dejaron
impresas huellas indelebles en la plástica
mentalidad del joven Carreño: el Seminario
Conciliar de México y la Escuela de Comercio
y Administración.
La Escuela de Comercio estaba
instalada, por aquel entonces, en la noble y majestuosa
casa que antes fuera el Hospital de Terceros,
demolida después para levantar el actual
edificio de Correos. Había sido dirigida
por el escritor veterano de la Reforma don Ignacio
Manuel Altamirano, maestro admirado y querido
por inquieta generación de jóvenes
literatos, muchos de ellos amigos de Carreño.
De la larga lista de profesores que fueron de
don Alberto, destacan los nombres de quienes ostentaban
en política sus ideas liberales arraigadísimas,
y que en el campo filosófico eran convencidos
positivistas: don Alfredo Chavero, don Joaquín
Casasús y don Justo Sierra. Más
tarde don Ezequiel Chávez y don Alfonso
Pruneda.
Sus primeros escritos se refieren
a temas económicos.
Más tarde fue secretario
de don Joaquín Casasús, nuestro
embajador en Washington, y posteriormente trabajó
como secretario del representante de México
en el largo e interminable litigio con Estados
Unidos de América sobre El Chamizal. Posiblemente
por la necesidad de investigar minuciosamente
los antecedentes en documentos y en fuentes verídicas,
tuvo que orientarse hacia la Historia.
Son abundantísimos los
escritos suyos que corren impresos. Los que estaban
publicados en 1946 llegaban a cuatrocientos cincuenta
y tres, cifra que se elevó considerablemente
con los años. Publicó estudios económicos
y sociales, jurídicos, históricos,
económico-geográficos, filológicos
y biográficos. Escribió también
numerosos artículos sobre temas internacionales,
indigenistas, ensayos literarios y ensayos sobre
mística y poesía. Con parte de ellos
hubo materia para imprimir el año de 1939
sus Obras completas, contenidas en veinticuatro
volúmenes. Publicó asimismo, después
de arreglarlas con minuciosa probidad literaria,
redactar los prólogos y formar los índices
analíticos, las obras de otros autores,
y además, documentos cuyo texto y aun su
existencia se ignoraba, obra conocida por pocas
personas.
De su pluma nacieron, desde
libros de grandes alientos, hasta artículos
cortos, elogios y notas necrológicas, narraciones
de viajes y de acontecimientos recientes, etc.,
que algunos, inadvertidamente, consideran de poco
interés. Serán algún día
de gran valor para entender el medio, el ambiente,
el pensamiento de México, que tanto cambian
con los años, con los meses, con los días
y aun se diría, con las horas.
Carreño vivió,
sufrió y resistió los años
de transformación de su país, de
su ciudad, de sus instituciones. Muchas sociedades
cambiaron de rumbo o desaparecieron. Don Alberto
se acogió como a un puerto abrigador a
dos corporaciones que conservan su vieja y altiva
austeridad: A la Academia Mexicana de la Historia,
de la cual fue Director hasta su muere, y a nuestra
Academia Mexicana de la Lengua, Correspondiente
de la Española.
Desde 1952, siendo Director
don Alejandro Quijano, don Alberto fue su Secretario
Perpetuo. Su dinamismo constructor dejó
huellas. Mucho hizo en unión de distinguidos
miembros de la Academia, en las gestiones para
adquirir, merced al apoyo del Presidente de la
República, don Miguel Alemán, el
noble edificio propiedad de la Academia; y pudo
reanudar la publicación de las Memorias,
interrumpidas en 1910.
Bastarán para hacer grato
e imborrable su recuerdo, las 347 páginas
de que consta el tomo octavo de las mismas Memorias,
que contienen decenas de miles de referencias
bibliográficas acerca de los escritos elaborados
por los Académicos, desde 1875 hasta 1946.
Trabajo acucioso, de gran paciencia, y de importancia
fundamental para la investigación bibliográfica.
A las grandes cualidades que
poseía el hombre de estudio, el escritor,
el maestro, el académico y el patriota,
cualidades que hemos procurado siquiera enumerar,
deben ser agregadas las de su vida privada, honesta
e intachable.
Murió en la ciudad de
México, el miércoles 5 de septiembre
de 1962, a los ochenta y siete años de
edad, cuando aún gozaba de completo vigor
físico y de admirable diafanidad mental.
Francisco Fernández del Castillo
Semblanzas de Académicos. Ediciones del
Centenario de la Academia Mexicana. México,
1975, 313 pp.
----------------------------------------------------------------------------
|