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HUMANISTAS MEXICANOS

 

HUMANISTAS MEXICANOS



JOAQUÍN MARÍA DEL CASTILLO Y LANZAS
Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua
Generación 1795

Nació en Jalapa, Ver., el 11 de noviembre de 1801; falleció en México, D.F., el 16 de julio de 1878. Categoría: Correspondiente mexicano de la Real Academia Española.


Nació en Jalapa, Veracruz, el 11 de noviembre de 1801. Su educación la recibió en dos colegios ingleses, en la Universidad de Glasgow y en el Seminario de Vergara, en España. Concluidos sus estudios volvió a México en 1822.
   A la sazón, Iturbide, que había sido ayudante de campo de su padre, se había hecho coronar emperador, y Joaquín María se presentó a él, quien prometió enviarlo a la primera legación mexicana que iría a Londres. La caída del primer Imperio frustró el proyecto, pero Castillo y Lanzas fue designado, a los veinticuatro años, síndico del Ayuntamiento de Jalapa y luego intérprete de la Comandancia de Marina.
   Por aquellos años se dedicó también al periodismo. En 1825 editó El Mercurio, primer periódico independiente que se publicaba en Veracruz y Alvarado, fundó El Faro y fue director del periódico oficial El Diario de Veracruz y de la revista literaria La Euterpe (Veracruz, 1826).
   Cuando llegó a las playas mexicanas la expedición española de Barradas, que pretendía la reconquista de México, Castillo y Lanzas formó parte, como comisario pagador, del ejército que comandaría Santa Anna y que derrotaría a los invasores. Estas experiencias juveniles serán el tema de su poema más famoso, el canto A la victoria de Tamaulipas.
   En aquellos años agitados, Castillo y Lanzas continúa abriéndose camino: secretario particular del presidente de la República Manuel Gómez Pedraza; tesorero de Marina; diputado al Congreso de Veracruz, cargo que no pudo desempeñar por haber sido nombrado poco después encargado de negocios en los Estados Unidos (1833-7); intendente de Marina; diputado al Congreso de la Unión; representante plenipotenciario, junto con el general José María Tornel, para celebrar un tratado de neutralidad con el gobierno de los Estados Unidos, representado por el ministro Conkling, respecto a la vía de comunicación con el istmo de Tehuantepec; ministro plenipotenciario en Londres, en 1853 y, en fin, ministro de Relaciones Exteriores en dos breves períodos, del 7 de enero al 28 de julio de 1846, en el gobierno del presidente general Mariano Paredes y Arrillaga, y del 10 de julio de 1858 al 2 de febrero de 1859 con el presidente general Félix Zuloaga. Retirado ya de los puestos públicos, Castillo y Lanzas en sus últimos años fue miembro de la Sociedad de Geografía y Estadística y Correspondiente de las Academias de la Historia y de la Lengua de Madrid., sin haber llegado a ser individuo de Número de la Academia Mexicana. Murió en la ciudad de México el 16 de julio de 1878.
Recién llegado de Europa, Castillo y Lanzas comenzó en Veracruz sus trabajos literarios. Cuando editaba El Mercurio, parece haber publicado en 1825 ó 1826 un cuaderno de Poesías, que José María Heredia comenta con simpatía pero con rigor en El Iris (México, 1826, t. II, núm. 24, p. 82). El poeta cubano hacía notar en aquellos primeros versos del joven mexicano, “una incorrección extraordinaria, una oscuridad y una confusión, que nace naturalmente de la poca distinción de las ideas”, una fraseología afrancesada y un sentimentalismo no atemperado por la crítica, aunque reconocía que su autor tenía “la sensibilidad extrema de la epidermis poética”. Algunos de estos descuidos y excesos los corrigió Castillo y Lanzas en los poemas que publicó en su único libro: Ocios juveniles (Imprenta de E.G. Dorsey, Filadelfia, 1835). De los años de sus estudios en Inglaterra llegaban con él no sólo las primeras traducciones de Byron y otros poetas ingleses menos famosos sino también las primeras oleadas del sentimiento romántico. En cambio, en las liras de “Mi deseo”, que añoran a su natal Jalapa, hay reminiscencias de la tersura verbal de Garcilaso. De su poema más ambicioso y extenso, “La vitoria de Tamaulipas”, Menéndez y Pelayo opinaba que era una imitación de “La victoria de Junín. Canto a Bolívar” de José Joaquín de Olmedo, que no alcanzaba la nobleza de su modelo. Cañete, en cambio, consideraba al poeta mexicano “tan correcto y bien formado como el cisne de Guayaquil”. Ciertamente, el de Castillo y Lanzas no es un poema excepcional pero sí una Oda cuyo fogoso aliento y cuyo brío descriptico logran hacernos olvidar por momentos a su héroe ominoso.
Poca importancia daba Castillo y Lanzas a sus versos juveniles y, al parecer, no volvió a escribirlos en su madurez. Sin embargo, pudo haber sido un poeta superior a los de su época, por sus horizontes más amplios y por aquella “sensibilidad extrema de la epidermis poética” que le reconoció Heredia.
Hay noticias de que publicó también, en 1852, unos Elementos de geografía para uso de los establecimientos de instrucción pública.
José Luis Martínez
Semblanzas de Académicos. Ediciones del Centenario de la Academia Mexicana. México, 1975, 313 pp.

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Agradecemos el apoyo para la realización de este proyecto de:


FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS. UNAM

 


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