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HUMANISTAS MEXICANOS

 

HUMANISTAS MEXICANOS



ALFONSO CRAVIOTO
Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua
Generación 1885

Nació en Pachuca, Hgo., el 24 de enero de 1883; falleció en México, D.F., el 11 de septiembre de 1955. Ingresó en la Academia el 21 de agosto de 1950 como numerario; silla que ocupó: XVIII (3º).


Nació en Pachuca (estado de Hidalgo) el 24 de enero de 1883 y murió en la ciudad de México el 11 de septiembre de 1955. Estudió en el Colegio Fuentes y Bravo, en el Instituto Científico y Literario de Pachuca y se recibió de abogado en la Escuela Nacional de Jurisprudencia de México. Se dice que, por sus sátiras contra el gobierno de Porfirio Díaz, fue cuando joven a prisión. Unido a Luis Castillo Ledón, fundó en la ciudad de México la revista literaria Savia Moderna (1906), que fue la primera muestra de las nuevas inquietudes intelectuales que habían de llevar a la fundación del Ateneo de la Juventud, el año de 1909, en el que figuraron José Vasconcelos, Pedro Henríquez Ureña, Antonio Caso, Alfonso Reyes, Julio Torri y otros, y al cual perteneció también Cravioto.
   Fue secretario del Ayuntamiento de México, director general de Bellas Artes; oficial mayor y después subsecretario de la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes.
   Se unió a la Revolución y fue diputado del grupo "Renovador" a la XXVI Legislatura en 1912, y encarcelado cuando, después de la Decena Trágica, el general Victoriano Huerta disolvió el Congreso. Diputado al Congreso de Querétaro que redactó la Constitución de 1917; después diputado federal a la XXVII Legislatura (1918) y senador por el estado de Hidalgo (1918-1922), de cuyo cuerpo fue presidente en 1921. En las lides parlamentarias se reveló un gran orador. En el servicio diplomático ocupó los cargos de ministro en Holanda, Guatemala y Bélgica y embajador en Chile, Cuba y Bolivia.    Se inició como escritor de estilo cuidado y elegante, y sus primeras prosas preciosistas aparecieron en la Revista Moderna de la ciudad de México. De cultura variada y curiosa y con inclinaciones estéticas, lo atrajo durante un tiempo la crítica de arte y publicó en dos pequeños tomitos sus interesantes conferencias; una sobre el pintor francés Eugenio Carrière y otra sobre el pintor mexicano Germán Gedovius. Su producción literaria es más bien reducida y fue más conocido y celebrado en el círculo de sus amigos y compañeros como brillante e ingenioso conversador, que nunca llegó a escribir todas sus invenciones y ocurrencias. Publicó Aventuras intelectuales a través de los números (1937 y 1938). En 1921 apareció su libro de versos titulado El alma nueva de las cosas viejas, que es una especie de inventario poético -en el que realmente no abunda la poesía- de las formas de vida de la época de los siglos de fe, la nao de China, el chocolate, los saraos, el misionero, el encomendero, la monja, la dama, Don Juan Manuel, la Llorona...
Contribuyó a la boga del gusto “colonialista” de aquellos tiempos. Al lado de ese libro quiso formar otro con lo que llamó Cantos del Anáhuac, para presentar una serie de temas indígenas. Nos quedan de este nuevo libro algunas composiciones, que dan idea de su carácter: “Los cuatro soles”, “El nuevo fuego”, “El curandero”, “El Nahualli”, “El tecolote”, “La muerte de la raza”. En algo se parecen esos dos libros a las estampas poéticas del poeta peruano José Santos Chocano de la vida de la América prehispánica y los episodios y tradiciones de la vida virreinal, aunque el poeta mexicano no alcanza en su tratamiento una poesía de igual nivel. Dejó inédito, y acaso sin terminar, un Repertorio metódico del lenguaje, en el que trabajó muchas horas de su vida. Obra importante y considerable, no se sabe con exactitud en qué consiste aunque parece ser una especie de diccionario dispuesto en forma que permite una fácil consulta e inmediata correlación ideológica. Cuando lo explicaba a sus colegas de la Academia, siempre acababa por prometer que daría a todo el grupo una explicación general con los originales en la mano. No recuerdo que haya cumplido nunca su promesa y sólo sabemos que de ese importante trabajo, que ocupó años de su vida, sólo quedaron más de 500 000 fichas. No fue un escritor fecundo. Muchos de sus trabajos han quedado en periódicos y revistas, los primeros en Revista Moderna y Savia Moderna. En las Memorias de la Academia El elogio de Cervantes por Don Quijote (XII, 1955) y Tres personalidades (XIV, 1956). Tradujo y prologó unos Cuentos de Anatole France (Cultura, tomo VII, núm 5, 1918). Miembro Correspondiente de la Academia de la Lengua el 17 de agosto de 1939 y de Número el 21 de agosto de 1950.
Fuente:
Antonio Castro Leal
Semblanzas de Académicos. Ediciones del Centenario de la Academia Mexicana. México, 1975, 313 pp.

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Agradecemos el apoyo para la realización de este proyecto de:


FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS. UNAM

 


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