Nació en Pachuca, Hgo., el 24 de enero
de 1883; falleció en México,
D.F., el 11 de septiembre de 1955. Ingresó
en la Academia el 21 de agosto de 1950 como
numerario; silla que ocupó: XVIII (3º). |
Nació
en Pachuca (estado de Hidalgo) el 24 de enero
de 1883 y murió en la ciudad de México
el 11 de septiembre de 1955. Estudió
en el Colegio Fuentes y Bravo, en el Instituto
Científico y Literario de Pachuca y se
recibió de abogado en la Escuela Nacional
de Jurisprudencia de México. Se dice que,
por sus sátiras contra el gobierno de Porfirio
Díaz, fue cuando joven a prisión.
Unido a Luis Castillo Ledón, fundó
en la ciudad de México la revista literaria
Savia Moderna (1906), que fue la primera muestra
de las nuevas inquietudes intelectuales que habían
de llevar a la fundación del Ateneo de
la Juventud, el año de 1909, en el que
figuraron José Vasconcelos, Pedro Henríquez
Ureña, Antonio Caso, Alfonso Reyes, Julio
Torri y otros, y al cual perteneció también
Cravioto.
Fue secretario del Ayuntamiento
de México, director general de Bellas Artes;
oficial mayor y después subsecretario de
la Secretaría de Instrucción Pública
y Bellas Artes.
Se unió a la Revolución
y fue diputado del grupo "Renovador"
a la XXVI Legislatura en 1912, y encarcelado cuando,
después de la Decena Trágica, el
general Victoriano Huerta disolvió el Congreso.
Diputado al Congreso de Querétaro que redactó
la Constitución de 1917; después
diputado federal a la XXVII Legislatura (1918)
y senador por el estado de Hidalgo (1918-1922),
de cuyo cuerpo fue presidente en 1921. En las
lides parlamentarias se reveló un gran
orador. En el servicio diplomático ocupó
los cargos de ministro en Holanda, Guatemala y
Bélgica y embajador en Chile, Cuba y Bolivia.
Se inició como escritor
de estilo cuidado y elegante, y sus primeras prosas
preciosistas aparecieron en la Revista Moderna
de la ciudad de México. De cultura variada
y curiosa y con inclinaciones estéticas,
lo atrajo durante un tiempo la crítica
de arte y publicó en dos pequeños
tomitos sus interesantes conferencias; una sobre
el pintor francés Eugenio Carrière
y otra sobre el pintor mexicano Germán
Gedovius. Su producción literaria es más
bien reducida y fue más conocido y celebrado
en el círculo de sus amigos y compañeros
como brillante e ingenioso conversador, que nunca
llegó a escribir todas sus invenciones
y ocurrencias. Publicó Aventuras intelectuales
a través de los números (1937 y
1938). En 1921 apareció su libro de versos
titulado El alma nueva de las cosas viejas, que
es una especie de inventario poético -en
el que realmente no abunda la poesía- de
las formas de vida de la época de los siglos
de fe, la nao de China, el chocolate, los saraos,
el misionero, el encomendero, la monja, la dama,
Don Juan Manuel, la Llorona...
Contribuyó a la boga del gusto “colonialista”
de aquellos tiempos. Al lado de ese libro quiso
formar otro con lo que llamó Cantos del
Anáhuac, para presentar una serie de temas
indígenas. Nos quedan de este nuevo libro
algunas composiciones, que dan idea de su carácter:
“Los cuatro soles”, “El nuevo
fuego”, “El curandero”, “El
Nahualli”, “El tecolote”, “La
muerte de la raza”. En algo se parecen esos
dos libros a las estampas poéticas del
poeta peruano José Santos Chocano de la
vida de la América prehispánica
y los episodios y tradiciones de la vida virreinal,
aunque el poeta mexicano no alcanza en su tratamiento
una poesía de igual nivel. Dejó
inédito, y acaso sin terminar, un Repertorio
metódico del lenguaje, en el que trabajó
muchas horas de su vida. Obra importante y considerable,
no se sabe con exactitud en qué consiste
aunque parece ser una especie de diccionario dispuesto
en forma que permite una fácil consulta
e inmediata correlación ideológica.
Cuando lo explicaba a sus colegas de la Academia,
siempre acababa por prometer que daría
a todo el grupo una explicación general
con los originales en la mano. No recuerdo que
haya cumplido nunca su promesa y sólo sabemos
que de ese importante trabajo, que ocupó
años de su vida, sólo quedaron más
de 500 000 fichas. No fue un escritor fecundo.
Muchos de sus trabajos han quedado en periódicos
y revistas, los primeros en Revista Moderna y
Savia Moderna. En las Memorias de la Academia
El elogio de Cervantes por Don Quijote (XII, 1955)
y Tres personalidades (XIV, 1956). Tradujo y prologó
unos Cuentos de Anatole France (Cultura, tomo
VII, núm 5, 1918). Miembro Correspondiente
de la Academia de la Lengua el 17 de agosto de
1939 y de Número el 21 de agosto de 1950.
Fuente:
Antonio Castro Leal
Semblanzas de Académicos. Ediciones del
Centenario de la Academia Mexicana. México,
1975, 313 pp.
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