Nació en Aguascalientes, Ags., el 1
de noviembre de 1851; falleció en México,
D.F., el 26 de mayo de 1919.
Categoría: Correspondiente mexicano. |
Nació
en Aguascalientes, Ags., el 1º de noviembre de
1851. Murió en la ciudad de México
el 26 de mayo de 1919. Iniciados los estudios
en su lugar de origen, los continuó en
Guadalajara, primero en el Seminario y luego en
el Liceo de Varones. Allí mismo siguió
la carrera de médico cirujano, hasta obtener
el título, y se trasladó a Aguascalientes,
donde siguió ilustrándose en los
volúmenes de la nutrida y selecta biblioteca
heredada de su padre. Dotado de intensa vocación
hacia el estudio, su preferencia recayó
en las investigaciones relacionadas con la etnografía,
las ciencias naturales y la filología,
al margen de su ejercicio profesional. Otra de
sus actividades fue el magisterio, en el cual
destacó. Supo aunar a la sabiduría
la modestia. En la cátedra de lenguas latina
y griega impartida por él en la Escuela
Nacional Preparatoria y en la Facultad de Altos
Estudios de la Universidad, se hizo estimar de
manera sobresaliente. En distintas ocasiones se
le designó director del Museo Zoológico
de Tacubaya y del de Historia Natural, especialidades
concordes con su preparación científica.
Su producción fue extensa y variada, pero
se le recuerda principalmente por sus textos de
Curso de raíces griegas y su Curso de raíces
latinas, libros de reconocida eficacia didáctica,
su Botánica, sus Lecciones de cosas, etcétera,
y no menos por la labor divulgadora realizada
mediante su periódico mensual El Instructor,
publicado con ejemplar tenacidad por espacio de
veintiséis años, de 1884 a 1910.
Una hazaña bibliográfica constituyó
la edición aguascalentense de una traducción
directa del Cantar de los cantares en seis idiomas,
aparte el castellano, y realizada, inclusive,
con los caracteres griegos y hebreos. Asimismo,
como capacitado hebraísta, vertió
al español en 1914 La misión de
Israel. Acerca del Cantar... ha señalado
Francisco Antúnez: "La obra más
importante realizada por el maestro Ricardo Rodríguez
Romo durante su vida de impresor fue la manipulación
tipográfica, en el taller de José
Trinidad Pedroza, de los caracteres hebreos, griegos,
latinos, góticos alemanes, franceses y
españoles que se necesitaron para la edición
de El cantar de los cantares, que se imprimió
en 1899. Se trata de uno de los libros más
notables por su tipografía -independientemente
de su valor desde el punto de vista de los estudios
filológicos- hechos en México durante
el siglo XIX, pues es un magnífico alarde
de cultura sin precedente en nuestra historia
y un monumento que honra a nuestra bibliografía
y prueba hasta qué resultados pueden conducir
el amor a lo bello y la perseverancia en el esfuerzo.
Este libro es en la actualidad una rareza bibliográfica,
pues su edición fue muy limitada. Dadas
las amplias relaciones que nuestro polígrafo
tenía con sociedades científicas
del extranjero no le fue difícil conseguir,
en las fundiciones francesas, los cuerpos griegos
y hebreos que se necesitaban para poder imprimir
su traducción y que más tarde ocuparía
en otros estudios filológicos” (Francisco
Antúnez, Breve historia de una vieja imprenta
de Aguascalientes, 1950).
Antonio Acevedo Escobedo
Semblanzas de Académicos. Ediciones del
Centenario de la Academia Mexicana. México,
1975, 313 pp.
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