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HUMANISTAS MEXICANOS

 

HUMANISTAS MEXICANOS


MANUEL GONZÁLEZ MONTESINOS
Miembro de la Academia Mexicana

Generación 1900
Nació en México, D.F., el 21 de marzo de 1897; falleció en México, D.F., el 5 de octubre de 1965. Ingresó en la Academia el 29 de marzo de 1957 como numerario; silla que ocupó: XVIII (4º).


M
anuel González Montesinos nació en México D.F., el 21 de marzo de 1897, donde murió el 5 de octubre de 1965. Electo en noviembre de 1955; de Número, en marzo de 1957, en la silla XVIII.
   Puntilloso, nunca en el sentido de armar pleitos, de estar con ánimo de litigio y de querer hacer prevalecer la propia opinión, sino porque tenía como punto de honor decir verdad y, para mejor expresarlo, nunca jamás mentir, lo fue Manuel González Montesinos. Con dignidad, pero no para vanagloriarse de ello, sino sólo para responder a su tradición familiar, recogía, haciéndola suya, la herencia de su abuelo, el Manco González, presidente que fue de la República, en la azarosa época del comienzo del porfirismo, quien siempre usó las palabras para darles su verdadero significado.Arrojadizo fue Manuel, entero y constante.
   Su bachillerato en Francia fue de una completa disciplina humanística, tal como era lo usual en ese entonces, alrededor de la guerra de 14, la primera mundial. El griego y el latín ponían delante de los educandos las virtudes, las audacias, las bajezas, las vacilaciones y los retraimientos, en una palabra la profundidad, por el mismo consiguiente el misterio del hombre, tema común de la antigüedad clásica. La lengua madre, el latín, nos da la raíz de nuestro idioma y nos hace sentir que hablamos un mal latín, de lo que naturalmente se colige que para hablar bien y escribir bien, que para entender a nuestros buenos escritores, que para darles a las cosas nuevas su verdadero nombre, fuerza es acudir a nuestros orígenes.
   González Montesinos, despierto, en gracia a sus buenos estudios de bachillerato, a las bellezas literarias de los grandes autores, los antiguos y los modernos, y agradecido al país que le había ensanchado sus horizontes de joven inquieto y ávido de saber, se dio de alta en la Legión Extranjera a fin de combatir, exponiendo su vida, por la libertad de Francia. Punto de honor del puntilloso González Montesinos.
   Vuelto a su patria, se entregó con asidua dedicación a conocer su lengua castellana. Su francés y su bien asimilada cultura francesa, fueron la ocasión, para él, de hacer comparaciones y acercamientos respecto de las dos literaturas que con tanto interés y curiosidad había estudiado, y seguía estudiando. Y fue por muchos años profesor de Literatura comparada en la Universidad de México. Puntilloso, una vez más, se dio a la utilísima tarea de denunciar y perseguir los galicismos. Su amor por lo castizo y auténtico no fue, ciertamente, manía, y si veía, y demostraba para los demás, la ignorancia de nuestros escritores que, precisamente por ignorantes, deturpaban nuestra lengua, no molestaba por el gusto de molestar, sino por el rigor de la rectitud.
   No se trata, como creen muchos, de que lo único importante es entenderse, lo que, por otra parte, puede llevarse al cabo sólo con señas, a la manera de los sordo-mudos. El instrumento de comunicación es la palabra y la palabra tiene un origen, convalidado por el uso, por el uso del pueblo, pero depurado este uso por el escritor. La lengua la hace el pueblo, y tan cierto y claro esto, que el castellano es un mal latín, el mal latín del pueblo. Pero el castellano propiamente es la lengua de los buenos escritores y de las gentes cultas. Justamente por esto existe la literatura.
   Respetar, venerar, mantener, por tanto, en su prístina pureza la palabra castellana, que es la palabra que nos une y por la que nos entendemos los unos con los otros, es lo que pretendió Montesinos en su obra literaria, la de profesor, la de escritor y la de periodista. Sus artículos, firmados con el seudónimo de "El Dómine", nos hicieron mucho bien, inclinándonos a depurar nuestro léxico y a reducirnos a nuestra filiación de castellanos. Cuando le decía a Alfonso Junco que "orgía de estrellas", expresión usada por éste en uno de sus versos, era una manera muy desafortunada de calificar la alegría de la Naturaleza, tenía razón. Y volvemos al uso recto de las palabras.
   La gramática no es cosa de necios ni de ociosos. Estudiada como debe ser, como disciplina intelectual que esclarece las reglas del idioma, es, ni más ni menos, el conocimiento de la razón de ser del verbo, del sujeto y del complemento, esto es la razón de ser de la comunicación y, en consecuencia, la razón de ser, no sólo de la posibilidad, sino de la seguridad de entendernos. Para entenderse, es de rigor, condición indispensable, por el mismo caso, la precisión, la cual no se da sin la gramática. Y tan es de importancia suma esa precisión, que los estudiosos del lenguaje van más allá de la simple gramática y se dedican a indagar todo lo que a él se refiere. La etimología, la semántica, la sociología del lenguaje y de las instituciones de enseñanza, en general de las instituciones de comunicación de pensamiento, son disciplinas que tienen muchos cultivadores, entre ellos gente de seso y, como se dice ahora, tal vez no muy correctamente, gente de "audiencia", esto es, gente muy escuchada, en atención a las muchas cosas de interés que dice.
   Montesinos fue un gran enamorado de las bellezas de la lengua castellana. Y peleó con fidelidad y ardimiento, hombre de palabra, generoso de su tiempo y conocedor, como pocos, del galicismo, por la limpieza de la lengua castellana.
Jesús Guisa y Azevedo
Semblanzas de Académicos. Ediciones del Centenario de la Academia Mexicana. México, 1975, pp. 126-128

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Agradecemos el apoyo para la realización de este proyecto de:


FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS. UNAM

 


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