Nació
en Guadalajara, Jal., el 13 de abril de 1871;
falleció en México, D.F., el
19 de febrero de 1952. Ingresó en la
Academia el 20 de enero de 1932 como numerario;
silla que ocupó: XIII (5º). |
Enrique
González Martínez nació en
la ciudad de Guadalajara (Jalisco) el 13 de abril
de 1871 y murió en la ciudad de México
el 19 de febrero de 1952. Sus restos reposan en
la Rotonda de los Hombres Ilustres.
Hizo sus primeros estudios en
Guadalajara, en la escuela de su padre, el profesor
José María González, en el
Liceo de Varones y en la Preparatoria del Seminario
Conciliar. En 1886 ingresó a la Escuela
de Medicina, en donde se tituló de médico
el 7 de abril de 1893.
Desde muy joven comenzó
a escribir y en 1903 publicó su primer
libro de versos: Preludios. El cuarto -Los senderos
ocultos (1911)- reveló el advenimiento
de un gran poeta. En la vida de México
el positivismo era ya entonces una tradición
vacía. De columna ideológica del
liberalismo, había acabado en argumento
sofístico de la dictadura. Se anunció
una reacción ideológica. La materia,
lo material y el materialismo no eran ya soluciones
válidas ni en estética ni en política
ni en filosofía. Al descifrar su mundo,
el poeta encontró que la clave era el espíritu,
y al buscar expresión al espíritu,
descubrió elocuencia en todas las formas.
Y así, prestando sentido a las cosas y
descubriendo en todo símbolos del alma,
abre una nueva perspectiva al Modernismo.
Al estallar la Revolución
se traslada a la ciudad de México. Ingresa
como Miembro de Número de la Academia Mexicana
de la Lengua, de la que había sido Correspondiente
desde 1909, y al Ateneo de la Juventud, cuya presidencia
ocupa en 1912. Subsecretario de Instrucción
Pública y Bellas Artes (1913) y Secretario
del Gobierno de Puebla (1914).
Publica La muerte del cisne
(1915). En El libro de la fuerza, de la bondad
y del ensueño (1917) rehace su visión
quebrantada por la Revolución Mexicana
y la primera guerra europea. En Parábolas
y otros poemas (1918) sus parábolas son
un trasparente enigma poético de experiencias
humanas, en símbolos de sobrio y sabio
dibujo. En La palabra del viento (1921) y El romero
alucinado (1923) sigue encontrando nuevas notas
para interpretar su visión del mundo.
En 1920, cuando sale de México
para ocupar puestos diplomáticos -Chile
(1920-1922), Argentina (1922-1924) y España
y Portugal (1924-1931)-, había sido el
poeta más admirado de la juventud. Pero
después López Velarde empezó
a ser conocido y admirado, y Tablada descubrió
en el jai-kai una nueva fuente de inspiración.
A estos dos poetas siguieron entonces los jóvenes.
A principios de 1935 murió
su esposa. En Poemas truncos (1935) y en Ausencia
y canto (1937) lloró la memoria de la muerta
adorada. En los años de la Revolución
Española y de las persecuciones totalitarias
publicó su poema El diluvio de fuego (1938),
cuya visión de angustia y de protesta tenía
perfiles de lamentación bíblica
y de las severas denuncias de Dante contra los
crímenes de su tiempo.
En 1949 aparece un nuevo poema
"al margen de las tragedias de su tiempo":
Babel. Ya Rubén Darío y Leopoldo
Lugones habían celebrado la vida gloriosa
de un pueblo y las tradiciones y trabajos de sus
hombres, uno en su Canto a la Argentina, y el
segundo en su Oda a los ganados y las mieses;
pero González Martínez ensanchaba
el campo. Con un sentido universal cantaba un
mundo enloquecido por odios criminales, crueldades
inauditas y los más insensatos prejuicios.
Su verso es puntual, definitivo, como una inscripción,
y su tema es como una melodía que, al ascender,
va aclarando su sentido. Con El diluvio de fuego
y Babel dio González Martínez al
Modernismo una dimensión que no había
alcanzado en ningún otro poeta.
Al regresar a México
en 1931, ocupó puestos en la fundación
Rafael Dondé y en el Banco Nacional de
Crédito Agrícola. Ingresó
al Seminario de Cultura Mexicana (1942) y fue
miembro fundador de El Colegio Nacional (1943).
En 1944 recibió el Premio de Literatura
"Manuel Ávila Camacho", y se
editaron sus Poesías completas. En 1949
fue propuesto para el Premio Nóbel de Literatura,
y presidió la Comisión organizadora
del Congreso Continental Americano de Paz. Perteneció
a numerosas sociedades literarias mexicanas y
extranjeras, y representó a México
en varios congresos nacionales e internacionales.
El poeta termina su gloriosa
carrera con un libro que es su ascenso final:
El nuevo Narciso y otros poemas (1952), aparecido
póstumamente el año de su muerte.
En dos volúmenes publicó su autobiografía:
El hombre del búho (1944) y La apacible
locura (1951). En Jardines de Francia (1915 y
ediciones posteriores) reunió sus excelentes
traducciones rítmicas de poetas modernos
franceses y belgas. De su espíritu crítico
dejó las mejores muestras en su estudio
sobre Algunos aspectos de la lírica mexicana,
que fue su discurso de ingreso a la Academia Mexicana
de la Lengua. Sus Obras completas (1971) las publicó
El Colegio Nacional en una edición de homenaje.
Antonio Castro Leal
Semblanzas de Académicos. Ediciones del
Centenario de la Academia Mexicana. México,
1975, pp. 124-126
----------------------------------------------------------------------------
|