Nació
en Lagos de Moreno, Jal., el 7 de julio de
1885; falleció en México, D.F.,
el 1 de agosto de 1955. Ingresó en
la Academia el 21 de agosto de 1931 como numerario;
silla que ocupó: I (6º).
Cargo: Censor (4º): 1939-1955. |
Carlos
González Peña nació en Lagos
de Moreno, Jalisco, el 7 de julio de 1885. Inició
sus estudios en su ciudad natal y los continuó
en el Liceo de Varones, de Guadalajara. A los
diecisiete años se traslada a la ciudad
de México, para desempeñar un empleo
burocrático y buscar su camino en las letras
y el periodismo. Se acerca entonces al grupo de
escritores que rodea a Justo Sierra, colabora
en La Patria, El Mundo Ilustrado, Arte y Letras,
Revista de Revistas, El Universal y El Universal
Ilustrado -del que fue redactor y donde se inicia
en la crítica teatral, que firma como "Maese
Pedro"-, y funda las revistas México
(1914) y Vida Moderna (1915). Invitado en 1918
por el presidente Wilson, pasa unas semanas en
los Estados Unidos, cuyas impresiones relata en
La vida tumultuosa (1920). Hizo otros viajes al
interior de la República y a Europa. Fue
catedrático de Literatura mexicana en la
Escuela Nacional Preparatoria. El 25 de noviembre
de 1921 fue electo Miembro Correspondiente de
la Academia Mexicana, y de Número el 1
de mayo de 1930, para ocupar la silla I, ocasión
en que pronunció un notable discurso sobre
Luis G. Inclán en la novela mexicana (Editorial
Cultura, México, 1931). En 1939 fue designado
censor de la Academia.
Periodista desde su juventud,
lo fue hasta sus últimos días en
El Universal, diario en el que, además
de sus artículos de los jueves, escribía
también editoriales. En 1947 recibió
el Premio de Literatura "Manuel Avila Camacho".
Murió en la ciudad de México el
1º de agosto de 1955.
Aunque asociado en un momento
a las empresas culturales del Ateneo de la Juventud,
de 1910, González Peña llegó
al grupo con una sensibilidad ya formada, que
no lo abandonaría a lo largo de su obra.
Sus novelas, De noche (Tip. y Enc. de Ireneo Paz,
México, 1905) y La chiquilla (Prólogo
de José Escofet, Tp. y Enc. de Ireneo Paz,
México, 1907), quedaban enlazadas a la
tradición realista y naturalista de las
postrimerías del siglo XIX. Como cronista
y articulista (El patio bajo la luna, Editorial
Stylo, México, 1945; Flores de pasión
y de melancolía, Ibid., 1945; El hechizo
musical, Ibid., 1946; Gente mía, Ibid.,
1946; El nicho iluminado, Ibid., 1947; Mirando
pasar la vida, Ibid., 1947; Claridad en la lejanía,
Ibid., 1947; El alma y la máscara, Ibid.,
1948; Más allá del mar, Ibid., 1948
y Gentes y paisajes de Jalisco, Biblioteca de
Autores Laguenses, México, 1949) podría
ser un heredero algo extemporáneo del género
en que sobresalieron Manuel Gutiérrez Nájera
y Luis G. Urbina. Careció quizá
del vuelo y del ligero encanto que animaban la
prosa de aquellos maestros del Modernismo, pero
poseía en cambio una tersura y una corrección
superiores, como de quien era maestro de estudios
gramaticales (Manual de gramática castellana,
Imprenta Franco-Mexicana, México, 1921).
Sabía el secreto de la evocación
y el arte de animar, en un estilo llano y expresivo,
los temas de sus estampas y artículos.
En su Historia de la literatura mexicana (1a ed.,
Editorial Cultura, México, 1928; 9a ed.,
con un apéndice elaborado por el Centro
de Estudios Literarios de la UNAM, Editorial Porrúa,
México, 1966, Colección “Sepan
cuantos...”, 44) dio cuerpo a las contribuciones
parciales existentes, y pese a sus lagunas e incomprensiones,
el suyo es aún el más completo y
articulado manual que poseemos acerca del desarrollo
de nuestras letras.
José Luis Martínez
Semblanzas de Académicos. Ediciones del
Centenario de la Academia Mexicana. México,
1975, pp. 131-132
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