Nació en Guadalajara, Jal., el 8 de
octubre de 1860; falleció en México,
D.F., el 13 de septiembre de 1930. Ingresó
en la Academia el 19 de septiembre de 1922
como numerario; silla que ocupó: XIV
(4º). |
Manuel
Puga y Acal
Nació en Guadalajara, el 8 de octubre de
1860, y murió en Méjico, el 30 de
septiembre de 1930.
Allá por 1906, mi padre
don Celedonio Junco de la Vega se vio obligado
a tomar unas breves vacaciones -las únicas
que tomó en su atareadísimo vivir-
y en Aguascalientes y Guadalajara trató
personalmente, con alegría que nunca se
le borró, a amigos literatos a quienes
sólo conocía por correspondencia.
Eran -probablemente algún otro que se me
escapa- don Eduardo J. Correa, Benjamín
Padilla ("Kaskabel"), Manuel Carpio,
Francisco Izábal Iriarte, Manuel Puga y
Acal. Y ahora que voy a hablar de éste,
me acude a la memoria una leve anécdota
surgida en el paseo que hicieron por el lago de
Chapala. Remaban los demás, y mi padre
que era la visita y sólo observaba aquello,
le soltó entre risas esta improvisada agresión:
Merecéis que os den de palos
por ser malos remadores;
si para rimar sois malos
para remar sois peores.
Y ahora, pasando de las burlas
a las veras, debo decir que Puga y Acal dejó,
sembrada a los cuatro vientos de la ingrata dispersión
del periodismo, una enorme labor: crítica
histórica y literaria, temas religiosos,
políticos y sociales, polémica libre
y alerta en todos los órdenes. Apenas nos
quedan en el duradero cofre del libro sus poesías
en castellano y en francés (Lirismos de
antaño), unas impresiones de viaje, los
ensayos críticos sobre Díaz Mirón
y otros Poetas mejicanos contemporáneos,
con que en 1888 alborotó nuestra república
literaria... Todo lo demás ¿habrá
de perecer entre la polilla de los periódicos
archivados? ¿No habrá quien salve
de esa múltiple fosa, alguna selección
siquiera de sus mejores estudios?
Algún artículo
de Puga y Acal relacionado con el triunfo de los
republicanos en Querétaro en 1867, fue
origen de que interviniera en este asunto y me
pusiera a precisarlo y profundizarlo. Surgieron
otros "interlocutores" y la cosa se
prolongó. Fruto de mi intervención
fue el libro La traición de Querétaro.
¿Maximiliano o López?, donde se
escudriña con costosa curiosidad y con
incostoso desinterés el enredadísimo
punto histórico. Y tuve la satisfacción
de que eminentes personas de extracción
liberal (así don Victoriano Salado Álvarez)
declararan que ese trabajo los había hecho
modificar su antigua opinión.
Puga y Acal, jacobino en su inquieta y tempestuosa
mocedad, fue evolucionando al compás de
la experiencia, fue rectificando honradamente
según ahondaba y maduraba su conocimiento
del pasado y del presente, de las cosas efímeras
y de las cosas eternas. “Debo aprovechar
esta ocasión -escribía en junio
de 1927- para hacer un examen de conciencia, ahora
que llevo muy adelantada la lectura del libro
de la vida, que está escrito en idioma
incomprensible para los tontos y los malvados,
pero que a mí, sin falsa modestia, me ha
enseñado cosas que entonces no sabía.”
Las vicisitudes sociales de nuestro país,
contempladas con alta preocupación patriótica,
fueron el canal por donde Dios le condujo a conclusiones
católicas. Él las abrazó
con austero desinterés. Y no llegó
a ellas con el cansancio del viejo que quiere
reposar, sino con el brío del gladiador
que entra a la liza.
Una noble indignación ante las monstruosidades
de la persecución callista lo movió
a simpatizar con la “resistencia armada”
de los cristeros y a empeñarse en colaborar
con ellos, aunque fuera a distancia y pacíficamente.
Tras una enfermedad de cinco días, ignorada
por mí, bruscamente supe que él
dormía ya bajo tierra. ¡Qué
malestar rebelde, qué dolor duplicado por
no haber podido apretar por última vez
su mano fuerte, por no haberle podido llevar la
presencia, el servicio, la palabra siquiera de
mi amistad!
Los setenta años del viejo luchador parecían
menos por su robustez corporal, por su activísimo
entusiasmo, por su vigor intelectual. Murió,
septuagenario, en plena juventud. Su ejemplo sea
estímulo y acicate para tantas decrepitudes
de veinte años.
Alfonso Junco
Semblanzas de Académicos. Ediciones del
Centenario de la Academia Mexicana. México,
1975, 313 pp.
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