Nació
en Guadalajara, Jal., el 11 de octubre de
1829; falleció en México, D.F.,
el 18 de febrero de 1909. Ingresó en
la Academia el 29 de marzo de 1881 como numerario;
silla que ocupó: XV (1º). Cargos: Bibliotecario
(2º): 1883-1909; Director (4º): 1894-1909. |
José
María Vigil. La actividad y la fecundidad
intelectual de un hombre siempre van de la mano.
Los seres que han forjado México han tenido
que renunciar a la molicie y al descanso, y han
estado obligados por irresistibles impulsos a
tomar la luz y la espada, dirección y mano,
pluma y fusil, y a hacer de su palabra, pronunciada
o escrita, coa que siembra o piqueta destructora.
México en períodos
de crisis ha ofrecido grupos de figuras excepcionales,
que rodean a quien singulariza atributos mayores
y tiene más amplio poder de conducción,
mas ello no implica subordinación ni menor
valía. Sin sus colegas, nuestros próceres
poco hubieran hecho; ellos representan el vértice
de diversas fuerzas convergentes que hacen posible
un centro conductor.
La Reforma mexicana es uno de
esos momentos en los cuales surgen de los opuestos
rumbos cardinales figuras sobresalientes que posibilitan
un cambio. José María Vigil fue
uno de ellos. Su pluma, su palabra, su magisterio,
su vocación rigurosamente cumplida, su
notable honestidad y desprendimiento, le torna
actor sobresaliente de nuestra historia y nuestra
cultura.
Nació en Guadalajara
el 11 de octubre de 1829. Inició sus estudios
superiores en el Seminario de aquella ciudad y
en su Universidad cursó la carrera de abogado.
Afiliado al grupo liberal, en el periódico
La Esperanza hizo sus primeras armas periodísticas
defendiendo sus ideales. Representó a su
provincia como Diputado en el Congreso de la Unión
en varias ocasiones, y profesó en el Liceo
del Estado de Jalisco, latín y filosofía.
En la misma entidad dirigió la Biblioteca
Pública. Exiliado en los Estados Unidos
durante la Intervención francesa, defendió
en varios periódicos, entre otros El Nuevo
Mundo, la causa republicana. En la capital del
país fue profesor de la Escuela Nacional
Preparatoria, redactor en jefe de varios periódicos,
Director del Archivo General de la Nación,
Magistrado de la Suprema Corte de Justicia y Director
de la Biblioteca Nacional de México de
1880 a 1909, en que falleció. Su labor
como director fue notabilísima, pues a
su gran saber, entusiasmo, competencia y dedicación
se debió la terminación de las obras
de adaptación de la Biblioteca, la organización
de sus fondos y la aparición de los catálogos
de esa institución, tan bien realizados
y concebidos como lo habían sido los de
la Nacional de París.
Sus obligaciones como Director de la Biblioteca
y periodista no le impidieron se consagrara a
la poesía, habiendo publicado dos volúmenes
de su propia producción: Realidades y quimeras
y Flores de Anáhuac. Tradujo dada su cultura
humanística a Persio, Marcial, Petrarca,
Schiller y Ronsard. Editó dos valiosas
compilaciones: Antología de poetisas mexicanas
(1893) y Antología de poetas mexicanos
(1894), en los que figuran notables literatos.
Muy importante es su incompleta Reseña
histórica de la literatura mexicana (1894)
y sus apreciaciones en torno de la literatura
indígena. Se puede afirmar que él
junto con Rubén M. Campos muy posteriormente,
pusieron las bases de su estudio sobre las que
marcharían con paso seguro otros cultores
como el P. Garibay.
Escribió un trabajo en torno a La mujer
mexicana (1893) y varias obras de teatro. Buen
conocedor de las letras españolas, su estudio
sobre Lope de Vega (1904) es excelente. Entre
sus obras históricas sobresalen: Historia
de la Reforma, la Intervención y el Imperio
que es el tomo quinto de México a través
de los siglos; el Ensayo histórico del
Ejército de Occidente en colaboración
con Juan B. Híjar y Haro (1874). Con nutridos
prólogos editó la Historia de las
Indias del P. Las Casas, la Crónica mexicana
de Fernando Alvarado Tezozómoc, las Memorias
para la historia de México independiente
de José María Bocanegra. Su colaboración
en los periódicos y revistas de la época
es inmensa y de gran valor literario e ideológico.
Por sus merecimientos fue designado cuarto Director
de la Academia Mexicana Correspondiente de la
Española, puesto que desempeñó
con gran altura. Su amplia labor es limpio ejemplo
para todos los mexicanos por su acendrado amor
a su país y a la cultura.
Ernesto de la Torre Villar
Semblanzas de Académicos. Ediciones del
Centenario de la Academia Mexicana. México,
1975, 313 pp.
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